El entrenador del Sevilla, Juan de Ramos, recibió el impacto de una botella durante el partido de cuartos de final de la Copa del Rey. El partido fue suspendido tras la agresión.
Los continuos actos violentos que están copando portadas en los periódicos deportivos dejan en segundo término el espectáculo deportivo por uno lamentable que tristemente se repite con demasiada frecuencia.
El último capítulo de esta larga saga de agresiones se produjo durante el derbi que disputaban los dos equipos sevillistas, Betis y Sevilla, con motivo de los cuartos de final de la Copa del Rey.
El incidente se produjo cuando el Sevilla se adelantaba en el marcador por medio de Kanouté. Tras el tanto se produjo un gran revuelo en el banquillo hispalense, del que salió su entrenador Juan de Ramos. En ese momento el técnico recibió un impacto en la cabeza producido por el lanzamiento de un objeto y es trasladado con urgencia al interior del vestuario para ser posteriormente ingresado en el hospital.
Tras pasar un día en observaciones, Juan de Ramos ha abandonado el hospital asegurando que “los profesionales y los dirigentes somos los que peor nos hemos portado y tenemos que recapacitar, porque nuestras palabras tienen mucho peso en el comportamiento de algunos que no necesitan demasiado para cometer estas atrocidades”
Tras este lamentable y bochornoso incidente se ha abierto un polémico debate sobre la violencia en el fútbol. Es irritante que unos desalmados consigan provocar este revuelo en el fútbol español por una barbarie que deja estupefactos a los seguidores de este deporte y al resto de la sociedad.
La Federación Española de Fútbol tiene la obligación de penalizar con dureza este tipo de situaciones porque a este ritmo acabamos con el sentimiento deportivo llegando a solucionar las cosas “a la italiana”.
Esta gente con pocos o ningún valor moral y ético no pueden degradar la imagen de fiesta, espectáculo, deporte que ofrece el mundo deportivo y, en especial, el fútbol. Un deporte que abandera el liderazgo de seguidores en masa.
Los continuos actos violentos que están copando portadas en los periódicos deportivos dejan en segundo término el espectáculo deportivo por uno lamentable que tristemente se repite con demasiada frecuencia.
El último capítulo de esta larga saga de agresiones se produjo durante el derbi que disputaban los dos equipos sevillistas, Betis y Sevilla, con motivo de los cuartos de final de la Copa del Rey.
El incidente se produjo cuando el Sevilla se adelantaba en el marcador por medio de Kanouté. Tras el tanto se produjo un gran revuelo en el banquillo hispalense, del que salió su entrenador Juan de Ramos. En ese momento el técnico recibió un impacto en la cabeza producido por el lanzamiento de un objeto y es trasladado con urgencia al interior del vestuario para ser posteriormente ingresado en el hospital.
Tras pasar un día en observaciones, Juan de Ramos ha abandonado el hospital asegurando que “los profesionales y los dirigentes somos los que peor nos hemos portado y tenemos que recapacitar, porque nuestras palabras tienen mucho peso en el comportamiento de algunos que no necesitan demasiado para cometer estas atrocidades”
Tras este lamentable y bochornoso incidente se ha abierto un polémico debate sobre la violencia en el fútbol. Es irritante que unos desalmados consigan provocar este revuelo en el fútbol español por una barbarie que deja estupefactos a los seguidores de este deporte y al resto de la sociedad.
La Federación Española de Fútbol tiene la obligación de penalizar con dureza este tipo de situaciones porque a este ritmo acabamos con el sentimiento deportivo llegando a solucionar las cosas “a la italiana”.
Esta gente con pocos o ningún valor moral y ético no pueden degradar la imagen de fiesta, espectáculo, deporte que ofrece el mundo deportivo y, en especial, el fútbol. Un deporte que abandera el liderazgo de seguidores en masa.
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